Entre finales del siglo XIX y comienzos del XX, diversos terrenos del sector sur de la ciudad que hasta entonces habían formado parte de propiedades privadas de la monarquía y la aristocracia, van siendo cedidos al Ayuntamiento de Sevilla, por lo que la ciudad va ganando en espacios públicos. Así ocurrió hacia 1860, cuando un área rural extramuros del Real Alcázar, situada entre los jardines del palacio y el prado de San Sebastián donde se celebraba al Feria, se cede a la propiedad municipal. La zona contenía arbolado, ya que se conoció durante un tiempo como Paseo del Pino por la presencia de un gran pino de tipo piñonero. También fue denominado este entorno como Paseo de los Lutos, por ser zona que se atravesaba de forma habitual para dirigirse al antiguo cementerio de San Sebastián. Usados por tanto estos terrenos como zona de paso, se decidió finalmente a partir de 1895 configurarlos como un paseo mediante la plantación de árboles en hileras en bandas paralelas, a modo de alameda como la ya existente de Hércules en la ciudad, disponiéndose en la parte central varios cuadros de jardín y asientos de mampostería. La nueva zona verde recibió el nombre oficial de Paseo de Catalina de Ribera, en honor a la aristócrata andaluza que hacia el 1500 fundó el Hospital de las Cinco Llagas de Sevilla.
A comienzos del siglo XX, Juan Talavera Heredia, que también se encargó de crear los cercanos Jardines de Murillo, es quien le da el aspecto definitivo a este jardín alargado que combina por un lado elementos de gran relevancia arquitectónica, como la Fuente de Catalina de Rivera adosada a la tapia del Alcázar o el Monumento a Colón en su área central, con por otro lado la compartimentación del espacio en glorietas, siguiendo las ideas puentes en práctica por Forestier en el también vecino Parque de María Luisa. El paseo de Catalina de Ribera se configura así como un camino ajardinado que comunica los dos nuevos jardines nacidos a su vez de la cesión de terrenos privados al espacio público, Jardines de Murillo y Parque de María Luisa. En conjunto, los tres jardines forman un importante entorno verde en el área sur de la ciudad donde antes había una muralla, de los cuales el Paseo de Catalina de Ribera es promocionado como el gran paseo de verano de la ciudad de Sevilla.
A comienzos del siglo XX, Juan Talavera Heredia, que también se encargó de crear los cercanos Jardines de Murillo, es quien le da el aspecto definitivo a este jardín alargado que combina por un lado elementos de gran relevancia arquitectónica, como la Fuente de Catalina de Rivera adosada a la tapia del Alcázar o el Monumento a Colón en su área central, con por otro lado la compartimentación del espacio en glorietas, siguiendo las ideas puentes en práctica por Forestier en el también vecino Parque de María Luisa. El paseo de Catalina de Ribera se configura así como un camino ajardinado que comunica los dos nuevos jardines nacidos a su vez de la cesión de terrenos privados al espacio público, Jardines de Murillo y Parque de María Luisa. En conjunto, los tres jardines forman un importante entorno verde en el área sur de la ciudad donde antes había una muralla, de los cuales el Paseo de Catalina de Ribera es promocionado como el gran paseo de verano de la ciudad de Sevilla.